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El 30% de la gente que juega en este sector tiene entre 18 y 25 años y muchos menores logran «burlar» los controles y la falta de vigilancia en internet

La peligrosa nueva «moda» que puede desencadenar en ludopatía en muchos jóvenes:

En los últimos años, una moda se ha hecho «trending topic» entre los jóvenes españoles. Se trata de las apuestas deportivas, un elemento incorporado al día a día de más de 217.000 ciudadanos de entre 18 y 25 años. Si se tiene en cuenta que, según datos de la Dirección General de Ordenación del Juego del Ministerio de Hacienda y Función Pública, unos 670.000 españoles apuestan al menos una vez al año, cerca de un 30% de los que lo hacen comprenden ese segmento de edad. Solo el grupo de personas de 26 a 35 años les supera.

Las apuestas deportivas son una «moda» al alza. De acuerdo con los datos del Ministerio de Cristóbal Montoro, solo en el segundo trimestre de 2017 movieron más de 1.400 millones de euros en España. Jugar es una realidad para jóvenes como Óscar (nombre ficticio), un madrileño de 20 años que trabaja en una empresa de mudanzas. «Apuesto todos los días, lo hago por no gastarme el dinero en otras cosas», señala a ABC. En su grupo de amigos, todos juegan. «La mayoría apostamos desde que cumplimos los 18 años, aunque cuando éramos menores ya lo hacíamos por mediación de algún adulto, que jugaba por nosotros», relata.

A través de sus móviles, ordenadores, «tablets» o en los locales de apuestas «in situ», miles de jóvenes como Óscar se juegan su dinero sin más. «Yo apuesto a diario unos 5 y 10 euros, pero puede ser más en función de cómo se me dé», explica. «Me he llevado bastante “pasta”. Un día, en un rato gané más de 700 euros». Aunque para él, apostar no es un vicio, sino una diversión. «Si hoy quiero, podría dejar de jugar», rubrica.

«Todos los días se intentan colar menores»

Esta «tendencia» de jóvenes apostantes la confirman desde el otro lado del negocio. Así lo asegura una empleada de una de las sedes que la casa de apuestas Sportium tiene en Madrid. «Vienen muchos niños la misma jornada en que cumplen la mayoría de edad», comenta. «Todos los días se intentan colar menores. Cada vez viene gente más joven, hombres en su mayoría. Suelen venir todos en grupo y juegan “flojo”, no mucho dinero. Imagino que intentan sacar beneficio de sus “pagas” semanales», revela.

Igual que hacía Óscar en su día, muchos menores de edad son asiduos de las apuestas. Ya sea jugando a través de un adulto, «que pone la identidad», o bien abriéndose cuentas falsas por internet. «Las apuestas no están permitidas en ningún caso entre los menores y la responsabilidad recae en las casas de apuestas que, a menudo, no se cercioran de la edad real de quién juega», señala Marián Rojo, abogada de Legalitas experta en nuevas tecnologías. «La mayoría no disponen de mecanismos de control para evitar que los menores apuesten y estos se aprovechan de ello. Y, cuando los hay, los burlan», añade la letrada en declaraciones a ABC.

Para jóvenes como Óscar, las apuestas suponen «un entretenimiento», aunque no todos tienen su suerte. Hace dos meses, Proyecto Hombre alertó de un nuevo perfil de adicto: el de joven enganchado a las apuestas deportivas, que ha crecido en un 20% en el último año. «Hay chicos que prefieren apostar antes que leer y hacer ejercicio. Pertenecen a un perfil muy arraigado en Reino Unido, pero que ahora presenta un pequeño porcentaje en España», aseguró Luis Bononato, presidente de la asociación.

«Estuve muerto en vida»

En este marco podría situarse a Javier, un joven natural del sur de España que también quiere ocultar su identidad. Hace dos años, tuvo un problema en su trabajo y se refugió en las apuestas «para no pensar en ello». «Me divertía y lo hacía junto a mis amigos», dice. Pero poco a poco, ese «juego» comenzó a dejar de serlo y llegó un punto en el que no podía «parar de apostar», casi siempre a través de su móvil. «De repente, pasé a no alegrarme por nada. Solo quería jugar, ganara o perdiera. Me evadí, me endeudé y perdí a mis amigos, pero me daba igual», cuenta con gran pesar.

Javier estuvo casi dos años apostando sin parar. Hoy acumula deudas por valor de 30.000 euros y está en tratamiento para desintoxicarse. «Estuve muerto en vida. Apostar ha sido lo peor que he hecho. La gente está muy confundida y piensa que solo se puede ser adicto al alcohol o las drogas. He estado dos años totalmente evadido. Ahora, he vuelto a nacer, aunque ya nunca llevo el teléfono encima», sentencia. No olvida dar un consejo: «Todos los que apuestan deberían darse cuenta de que el dinero fácil es una mentira».

Patologías como la de Javier son cada vez «más comunes», explica el doctor José Miguel Gaona, psiquiatra con más de 25 años de experiencia en el tratamiento de adicciones y director de Neurosalus, un centro pionero para estos casos. Para Gaona, la estructura de la sociedad actual, enganchada a las tecnologías, es clave. «Los chavales son adictos al móvil y las casas de apuestas sacan aplicaciones, que son como juegos para ellos», afirma.

«Los chicos lo ven como una diversión y se juegan el dinero, que en ningún momento ven de manera física. Algunas casas regalan un bono de 10 euros para que lo pruebes y te enganches, igual que un camello permite testar la droga antes de comprarla», añade.

El teléfono como arma

«Los jóvenes son carne de cañón para la publicidad subliminal y tienen un arma muy peligrosa en su teléfono», considera Sergio García, psicólogo clínico especialista en adicciones y director de dos centros en Madrid, que introduce otro elemento clave. «Hay una competitividad innegable propia de la edad. Si uno apuesta, todos lo hacen». Hay un motivo que explica la adicción. «La excitación previa a la posibilidad de ganar es muy adictiva y activa la dopamina, el centro del placer del cerebro», comenta el doctor. «Los enganchados a las apuestas ven un partido y se ponen como una moto, igual que un alcohólico al pasar al lado de un bar».

Con ello, aumentan los jóvenes en centros de desintoxicación intentando curarse y dejar de apostar. «Los casos que atendemos se han triplicado en solo tres años», señala Gaona ante un problema que preocupa. «Las casas de apuestas lo tienen todo bajo control. Están llenas de pantallas, con el sonido muy alto, aturden los sentidos y ponen bebidas baratas. Pero después, recomiendan un “juego responsable”. ¿Cómo de responsable es un crío de 18 años? La legislación debería ser más dura con ellas», sugiere Gaona. «Los padres tienen una gran responsabilidad», reseña García. «Deben poner límites y detectar que algo sucede. Son muy importantes en el análisis y la búsqueda de una solución», sentencia en busca de frenar un problema «muy complicado de atajar».

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