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La declaración de 2020 como año de lucha contra esa adicción concuerda con la creciente preocupación por el disparo de jugadores patológicos, muchos menores

 

La adicción a las apuestas deportivas está deviniendo en un severo problema que nos golpea como sociedad de modo muy serio. Sobre todo por el flanco de la gente más joven. A pesar de la sordina social que parece imponer la intensa publicidad de esas firmas, muchas vinculadas con el patrocinio de los clubes de Primera y Segunda. Pero vamos camino de que nos explote en la cara. Ya hay expertos e informes que nos están advirtiendo del problemón que se nos viene encima con críos enganchados y atrapados por deudas cada vez más importantes. Es ludopatía. En un formato nuevo, diferente y más desafiante que anteriores como la adicción a los juegos de cartas, las máquinas tragaperras o el bingo. Estamos ante algo mucho más pernicioso y menos controlable que aquellos de antaño pues la absoluta accesibilidad a Internet de cualquier menor que posea un teléfono móvil pone a su alcance la atractiva oferta de ganar dinero. Además apostando muchas veces por sus iconos futbolísticos, que son quienes también protagonizan esos anuncios antes, en medio y después de cada partido.

 

 

Oportuna iniciativa

Vivimos en un país donde el 93 % de la población ya tiene móvil a los 14 años. Lo que es un excelente instrumento para comunicarse puede convertirse en un «arma de destrucción masiva» de los ahorros de cualquier adolescente e incluso de sus familiares.

Como dijo esta semana el vicealcalde de Pontevedra, Tino Fernández, «falamos dun problema importante do que só se está vendo a punta do iceberg; hoxe en día calquera pode arruinarse dende o móbil en 24 horas».

El anuncio efectuado por el responsable municipal de Actividade Física e Saúde de declarar 2020 «año de lucha contra la ludopatía» y destinar fondos públicos para campañas y actuaciones de sensibilización, es una oportuna iniciativa. Concuerda con una corriente de preocupación muy creciente que cada vez supura más. Véase la reciente manifestación celebrada en Redondela contra la instalación de una casa de apuestas en una calle de tránsito de escolares camino del colegio y los institutos y a menos de 200 metros de esos centros docentes.

 

Menores ludópatas

El Concello de Pontevedra no dispone de estadísticas propias, pero entre recientes estudios del profesor Antonio Rial, de la USC, y la experiencia de campo acumulada por la Unidad Asistencial de Drogodependencias y Conductas Adictivas de Pontevedra o entidades como Galup (Grupo de Ayuda a la Ludopatía de Pontevedra) podemos tener una cierta idea estimativa de la magnitud del problema.

El reciente informe de Rial, presentado en verano, advierte que unos diez mil rapaces gallegos entre 12 y 18 años hacen apuestas deportivas de modo habitual. Y de ellos, unos 400, ya son jugadores patológicos. No parece descabellado derivar esos porcentajes a la población adolescente de la ciudad de Pontevedra para ir dimensionando a qué nos enfrentamos.

 

 

Por su parte, Galup, que actualmente está inoperativa, informa que durante los 20 años que lleva existiendo ha atendido unos 1.800 casos de ludópatas entre Pontevedra y Poio. Su presidente, Javier González quien también fue adicto al juego, vaticina una explosión de casos en pocos años merced a la proliferación de salas de juego, máquinas de apuestas y sobre todo la Red.

Hace un par de meses, Carlos Martín Picola, director de la UAD de Pontevedra, le decía en este mismo periódico a María Hermida que «la adicción al juego se está haciendo notar en las consultas. Y creo que estamos en el principio, me temo que iremos a peor en este aspecto. Es un fenómeno emergente».

 

Puertas al campo

La nueva Lei do Xogo de Galicia en tramitación pretende limitar el número de salas de juego por lo que se ha paralizado la concesión de nuevas autorizaciones. Tal restricción no afecta a aquellas que ya estaban en tramitación -como la de Redondela- o la apertura del nuevo casino de Vigo -apéndice del de A Toxa-.

No obstante parece intentar poner puertas al campo. Solamente en la ciudad de Pontevedra ya tenemos ocho salas y más de cien máquinas de apuestas repartidas entre cafeterías y bares. De cara al futuro, según me apuntan responsables de locales de juego, se pretendería trasladar una responsabilidad tutorial a los propietarios y empleados de bares y cafeterías para que sean ellos quienes controlen la edad de quienes quieran apostar en las máquinas ubicadas en sus establecimientos. Algo parecido a lo que pasa hoy en día con la venta de tabaco, que requiere de que alguien del local active la máquina expendedora.

 

 

Pero quedará el problema mayor: Internet. Si un menor tiene un móvil y es capaz de sortear los filtros y hace apuestas on line, ¿qué ley, qué autoridad puede controlarlo?

Mucho dinero

En el fondo, este asunto se explica en términos económicos. Anteayer viernes, la patronal Cejuego difundió los datos de lo que mueve este negocio. En Galicia, nada menos que casi 147 millones de euros solo en apuestas deportivas durante el 2018.

Esta patronal, que reivindica su «galleguidad» por firmas vinculadas a la comunidad autónoma como Luckia y Comar, proclama que genera 1.750 empleos en Galicia, produce casi 500 millones de ingresos de explotación al año y deja 61 millones de euros en impuestos a las arcas públicas de la Xunta de Galicia. Con semejantes cifras, no nos engañemos, hay juego para rato, aún a costa de la salud pública.

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